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Borró casete por Karen Vinasco

Encontramos un cuento escrito por Karen publicado en La Réplica, una página web de España y en él ilustra de una manera sencilla el momento que ha vivido nuestro país en medio de la violencia y las puertas que se abren hoy con todo el tema del acuerdo de Paz. 

Borró casete por Karen VinascoBorró casete por Karen Vinasco

Primeroyo era un pueblito muy muy bonito, azotado por la violencia.

En 1985 el Mayor de la Salud de Primeroyo consideró los riesgos que implicaba para la salud mental el hecho de que las personas fueran expuestas a tantas imágenes de violencia, por lo que en consenso con el Mayor de las Comunicaciones, decidieron crear mecanismos para que estos impactos no se acumularan, de tal manera que los nuevos recuerdos borraran los anteriores. Fue así como se crearon diferentes mecanismos: programas de la mañana con chistes muy muy chistosos y novelas en la noche con historias muy pero muy apasionantes. La base científica para poner en marcha el plan fue un estudio realizado por la facultad de psicología de la Universidad Patriótica, con 516 personas, entre los 25 y 45 años, a quienes se les pidió leer la sección de noticias del diario La Primicia y posteriormente, en la noche, ver la novela María Irene y Juan Licencio. Los resultados fueron impresionantes; los impactos de la violencia se iban ocultando, demostrando así que los recuerdos compiten y que recordar una cosa puede provocar el olvido de otra.

El olvido del recuerdo y el recuerdo del olvido se convirtieron en el destino de Primeroyo y es que eran muchos hechos, muy violentos. Hubo una época en la que existieron los Terrícolas, conformados por familias tradicionales, que al igual que los representantes de la iglesia y dueños de las tierras, sintieron mucho miedo de los Burguesitos; estos últimos pensaban que si no cambiaba el orden no iban a lograr escalar en la pirámide social. Terrícolas mataban Burguesitos, Burguesitos luchaban contra Terrícolas y así se mataban unos a otros, otros a unos y la verdad ya no se sabe quién empezó, ni mucho menos quién mató a quién. También se mataron después entre Libélulas y Condeses, partidos que surgieron porque los primeros querían que cambiara todo y los segundos que no cambiara nada y así dividieron el pueblo de Primeroyo con gente lista para matar sin saber cómo ni por qué, ni formar parte de la ideología de un partido o del otro; simplemente mataban a quien era diferente, para evitar morir, o para vengar muertes que iban y venían, por ejemplo: unos Condeses contrataron a unos Pájaros para matar a unas Libélulas con el fin de que se fueran de las tierras que ocupaban; unas Libélulas mataron a unos Condeses y en venganza los Condeses mataron de nuevo a una familia de Libélulas ¿o íbamos en que le tocaba matar a los Condeses?

Aunque se mataban entre ellos, los líderes de las Libélulas y Condeses en el fondo no eran muy diferentes, a ambos los unía el miedo, un miedo que se apoderó de la mente de los poderosos de Primeroyo y que extrañamente no se ha borrado con el paso del tiempo. Aunque en la leve memoria de los Primeroyenses no hay espacio para recordar el origen de este sentimiento, cuentan algunos que unos vecinos gringos empezaron a contar historias de movimientos comunistas, que supuestamente eran promovidos por Los de abajo. En los pasillos de los clubes, en La Casa de Gobierno (habitada por Los de Cuello Blanco) y restaurantes de lujo, se escuchaban historias que contaban que Los de Abajo estaban dejando a las élites de los pueblos vecinos en calzoncillos. A partir de ese momento Libélulas, Condeses, Terrícolas, Los de Cuello Blanco y algunos otros se unieron para acabar con Los de abajo y Los de abajo, que en principio no iban a matar a nadie, se asustaron y se armaron para evitar su exterminio; así fue como terminaron en el monte y se convirtieron en Los Revolucionarios. Los Revolucionarios mataron a unos que parecían Terrícolas pero que en realidad eran más pobres que ellos. Los del miedo mataron a Revolucionarios pero también a campesinos y a jóvenes inocentes, hijos de familias humildes; consiguieron calanchines que les ayudaran a matar a cualquiera que les recordara el miedo a perderlo todo, y así mataron a galanes, gaitanes, trabajadores, sindicalistas, periodistas y hasta humoristas, es difícil saber quién mató a quién. Nadie lo recuerda.


Tampoco se recuerda aquel día excepcional en el que en Primeroyo la radio de la mañana detuvo un momento sus chistes para informar que el quinto día, del mes de mayo, sería posible, gracias a un acuerdo pacífico, dar fin a los casi 50 años de violencia, que acá muy mal se han relatado. El acuerdo no causó tanta gracia, probablemente porque nadie recordaba todo lo que eso implicaba. El pueblo solo recordaba el odio a Los Revolucionarios, por una parte debido a sus pavorosas atrocidades, ya que si bien es difícil decir si han sido más o menos violentos que otros grupos, el efecto de memoria reciente mantiene recuerdos de su crueldad, que ni la novela de Orlando Jacinto y Mariela Graciela (que estuvo buenísima) ha logrado archivar del todo en el espacio de la mente de los Primeroyoenses dedicado al olvido y por otra porque Los Revolucionarios habían formado tremenda guachafita y empezaron a matar por matar, porque les convenía el despelote que armaron, dejando en el corazón de los Primeroyenses un dolor inmenso que el Amor de Pedro Aurelio y Mari Carmen y los chistes de la mañana (como el del panda, que me hizo reír muchísimo) no han logrado eliminar, como sí se eliminaron recuerdos de años anteriores. Es por eso que nadie en Primeroyo alcanzaba a dimensionar la llegada del día en el que por fin se dejarían atrás 18.250 días bañados de sangre.

El día anterior al famoso día quinto del mes de mayo se casaban Mari Carmen y Pedro Aurelio, por si fuera poco en la mañana hubo chistes buenísimos, pero buenísimos, más que los del martes y miércoles pasado que se me olvidaron ¡Ahh! y también hubo una fiesta buenísima la noche anterior que duró hasta el amanecer. El momento de euforia y mayor olvido llegó cuando el dj puso el hit del momento: Borró Casete y entonces, al menos yo, mientras mi cuerpo se meneaba de forma incontrolable, al ritmo de la canción que había escuchado todo el día en la radio, comencé a olvidar que no era solo dar fin a la violencia de Los Revolucionarios, era dar fin al inmenso dolor dejado por Los Terrícolas, Los Burguesitos, Las Libélulas, Los Pájaros, Los Calanchines, Los del Miedo, Los de Cuello Blanco, los vecinos gringos y también por Los Revolucionarios.

La verdad es que esa noche, como muchas otras, Primeroyo no salió a las calles porque Borró Casé.

Tomado de La Réplica

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Sobre el autor

Karen Vinasco

La representante de las mujeres de Vibra, como muchas: trabajadora, esposa, hija, mamá... pretende que en ésta comunidad emprendamos entre todas la búsqueda de herramientas para llevar cada día con amor, buscando poco a poco un equilibrio que nos permita conocernos, disfrutar cada día y vivir mejor.

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