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¿Perdonarías una infidelidad?

Esta pregunta me la han planteado muchas veces y con el pasar del tiempo su respuesta a variado desde la respuesta hasta la vehemencia con la que se responde este gran dilema personal. Como resultado de mi experiencia y la generalidad que me rodea les puedo contar.

¿Perdonarías una infidelidad?¿Perdonarías una infidelidad?

Cuando somos jóvenes e inexpertos y nos plantean este posible escenario contestamos con un NO rotundo que no perdonaremos una infidelidad de nuestro ser amado; con el paso del tiempo uno se da cuenta (o es mi caso) que aunque muchas veces hemos echado a la caneca de la basura alguna relación, caemos en el conflicto personal y las garras de un sociópata que nos envuelve en su mentiras y típicas frases como: ” Me has visto, Nos tienen envidia, No es lo que piensas; déjame explicarte, Solamente estábamos hablando, etc…”. Estas y muchas más excusas justifican que sigamos con estas personas sin importar que no queremos ver la realidad y es cuando entendemos el viejo adagio: “No hay más ciego que el que no quiere ver”.

Con el paso del tiempo crecemos un poco más y aun jóvenes siendo novios y nos damos cuenta que existe una señal o la evidencia de que somos tres (y hasta más porque no falta los que no sacian su necesidad narcisista de creerse la octava maravilla) armamos el show, nos desgarramos las vestiduras y mandamos a la persona en cuestión a la porra; aunque este arrebato en la mayoría de los casos dura poco tiempo y la gran mayoría volvemos con el anterior.

Mas sin embargo cuanto hemos madurado y estamos en una relación en principio madura, estable y hasta con hijos nuestra respuesta a una posible infidelidad cambia totalmente nos convertimos en víctimas y luego en culpables; y se los voy a explicar aunque sé que más de uno dirá que no es su caso. Cuando nosotros detectamos señales, nos cuenta o en el peor de los casos terminamos atestiguando la realidad de que somos multitud. Nuestra primera reacción es preguntarnos el famoso Por qué? Nos convertimos en mártires de buena voluntad que hemos entregado lo mejor que tenemos y no merecíamos esa terrible traición, nos ensañamos en saber todos los detalles dolorosos, es más hasta buscamos esa tercera persona para confrontarla y no tener la más mínima duda de nuestra realidad; en ese momento la mayoría toma la decisión de realizar una estratégica retirada para recuperar el honor y la dignidad.

Después de una dolorosa aterrizada en nuestra realidad y de hasta haber realizado actos bochornosos nos adentramos en nuestro ser y nos ponemos en contexto de que vamos hacer, que vamos a decir y hasta cómo afecta al resto de los involucrados (generalmente los hijos), meditando internamente realizamos los pro y los contra, no nos olvidemos de agregar el Grillo pidiendo perdón, jurando arrepentimiento y nunca en la vida volver hacerlo. Después de ese coctel de pensamientos y sentimientos la mayoría llegamos a una conclusión Salomónica todos merecemos una segunda oportunidad ese error también es mi culpa, lo aburrí con mi mal genio, mi tacañería, mi desorden, la poca atención, etc… y terminamos siendo culpables de la infidelidad. Algunos recurren a terapias de parejas, otros a reconquistar, otros sencillamente se arrejuntan nuevamente con la firme esperanza de superar la dificultad o simplemente nos reconciliamos para hacerle la vida a cuadritos al otro y controlar cada respiro para buscar la confianza perdida. A muchos les funciona a otros no, cada pareja es un mundo y cada quien sabe cómo matar sus pulgas.


Mirando a mí alrededor, porque aún no he llegado a esa etapa; cuando somos maduros y ya no hay pequeños la mayoría optan por hacerse los de las gafas rotas, y tomamos una actitud serena que no sabemos si es de odio, resignación o amor incondicional que permiten cualquier tipo de estos comportamientos justificándolos “si me hubiera querido dejar, lo hubiera hecho hace rato, esa es una aventura sin importancia”, y muchos de estos comportamientos se convierten en situaciones de reclamos en privado, indirectas en cualquier momento de la convivencia, sin reacción para evitar pleitos o en cuadrados amorosos.

En este momento de mi vida solo podría decir que no creo en la fidelidad, me perdone, perdone y por el momento estoy tranquila. Cuando una situación de estas se presenta se debe tener la cabeza fría para tomar decisiones y ser congruente con las mismas, porque nada causa más frustración que tomar una decisión y luego echarse para atrás. Si perdonamos o no, es decisión individual y nadie tiene derecho ni siquiera de insinuar que lo que decidamos está bien o mal.

Nadie sabe mejor lo que pasa en una relación que uno mismo.

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