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Tu pareja es workaholic, ¡cuidado con esa relación!

Una pareja que está pendiente de su jefe, de su Smartphone o del PC más que de ti, merece ser dejado en libertad, por triste que parezca es lo mejor para ti, mucho mejor para ti.

Tu pareja es workaholic, ¡cuidado con esa relación!Tu pareja es workaholic, ¡cuidado con esa relación!

El trabajo, siempre el trabajo. Durante la semana y también en los feriados. Tanto de día como noche. Invadiendo los momentos de la pareja y de la familia. Durante unas paradisíacas vacaciones, sobre la mesa de los domingos, en el medio de cumpleaños y aniversarios. Llueva, truene, salga el sol. Siempre el trabajo.

Este es el testimonio de (Marcela, 36 años)

“Nos regalamos un viaje increíble, a unas playas que hacía mucho tiempo queríamos conocer, el Caribe nos esperaba. Cuando me estoy preparando para salir a dar una vuelta, veo que mi novio saca su computadora portátil. ‘¿Qué estás haciendo?’, le pregunto. ‘Tengo que terminar unas cosas y voy’. No lo podía creer. Esa tarde fue el comienzo de muchos días soleados resolviendo temas ‘pendientes’ de la oficina. Me dije: ‘esto, nunca más’.”

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En muchas parejas se vive esta situación en la que uno de los dos (por los mandatos culturales, generalmente él) está atrapado en una maraña de argumentaciones que intentan explicar que le es imposible trabajar de otro modo, que se trata de algo circunstancial o que su tarea es insustituible. Pero el tiempo pasa, lo excepcional termina siendo habitual y el ritmo laboral acaba por dominar los tiempos de la vida personal.

La pregunta que surge de inmediato es: ¿cómo diferenciar a una persona que trabaja mucho de un “adicto al trabajo”? En el primer caso, la persona suele estar condicionada por circunstancias externas que no puede modificar. Aquí se incluyen –por ejemplo- aquellos cuyos ingresos están directamente ligados al número de horas que trabajan (desde médicos a taxistas), así como empleados de empresas cuya cultura laboral exige “ponerse la camiseta de la compañía” por encima de cualquier necesidad individual. Estas personas están apremiadas por la realidad, el adicto al trabajo está apremiado por su interpretación de la realidad.

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Este es el testimonio de (Francisco, 38)

“El éxito cambia mucho las prioridades. Está bien querer llegar a un lugar, ser responsable con tu tarea, pero cuando se te pasa la vida y tienes ‘olvidos’ de cumpleaños, fechas importantes, festejos, o momentos de placer que se te pasan de largo, en un punto se te vuelve en contra. Yo de más chico era así, una cuestión de salud me hizo pisar el freno y empezar a poner límites y a decir ‘no, esto no lo hago’, ‘no puedo, estoy comprometido’, pero ahora veo que es mi pareja la que va para ese lado”.

No sólo es un mal de los altos cargos, más bien, como explicamos antes, tiene que ver con una interpretación de lo real. Cualquiera puede ser un adicto al trabajo, para resumir, destacamos las siguientes características:

• Tienen poca capacidad de disfrute.
• Postergan eventos importantes y una vida emocional plena por “cumplir”.
• Su narcisismo está imbricado con su vida profesional.
• En vacaciones tienen síndrome de abstinencia, se los ve nerviosos, sin poder “bajar” y “conectar”.
• Están siempre pendientes de los tiempos.
• Responden demasiado rápido a la llamada de jefes y compañeros de trabajo. Imposible apagar el celular o hacer “dieta electrónica”.

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El workaholic vive preso de mandatos internos, el deber ser está por encima de todo. Se convence a sí mismo de la lógica de su sacrificio sin poder ver que las demandas a las que está sometido provienen mucho más de sus exigencias internas que de la realidad. Vivirá en el intento interminable de tratar de satisfacer lo que cree que se espera de él y, por ello, es irritable y emocionalmente inestable.

En grupo aparte, están los que hacen de su trabajo el eje y fuente casi exclusiva de gratificación narcisista. Su autoestima se sostiene en su desempeño y éxito, y no miden esfuerzos ni postergaciones personales con tal de lograrlo. Suelen ser personas inteligentes y talentosas, pero poco sensibles frente a los costos que pagan en sus vínculos.

Cualquiera sea el caso, la pareja lo padece, aparecen sentimientos de soledad o desconexión. Cuando la situación se prolonga, el tiempo juntos deja de ser tiempo compartido para transformarse en un devenir en el que uno se transforma en mero acompañante del proceso y necesidad del otro. La relación con la pareja o con los hijos nunca puede prescindir del contacto cotidiano físico y emocional, y la adicción al trabajo enajena a la persona en ambos sentidos.

Deben pedir ayuda, revisar su historia familiar, sus ideales, mandatos y el sistema de prioridades que construyeron a partir de ellos. El trabajo da dinero, reconocimiento en el entorno personal y un lugar en la sociedad, pero cuando su sentido oculto es satisfacer exigencias internas sin fin ya no nos enriquece, sino todo lo contrario.

Tomado de El Clarín

Sobre el autor

Uriel Ardila

Redactor Vibra.

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